CAPITULO VII
7.- CONFLICTOS MILITARES.
Hace muchos siglos cuando el hombre se preocupaba por hallar justificaciones para la esclavitud y la tortura, también se afanó en la búsqueda de argumentos que le permitieran hacer la guerra con tranquilidad de espíritu; fue entonces cuando por primera vez se dijo : “... que el recurso de la fuerza armada era un instrumento natural y lícito, para obtener ciertos bienes, dominio político o hegemonía con respecto a otros hombres; seguridad de vencedor y aún riquezas y prestigio personal. Más tarde cuando los templos erigidos en honor a las deidades paganas se convirtieron en las iglesias cristianas, la guerra comenzó a ser vista como medio eficaz para lograr la prevalencia del derecho sobre la injusticia.
En la sociedades paganas nos dice, Aristóteles..." La actividad guerrera pertenencia, como la caza, al arte natural de adquirir elementos de subsistencia..." Los pensadores cristianos por el contrario le atribuyeron a esa función natural, el carácter de razón judicial y vindicatoria.
La esclavitud y la tortura no han sido borrados todavía, pero en regiones con algún grado de civilización, ya nadie se atreve a hacer su apología. La guerra en cambio, si bien ha perdido durante los últimos años a algunos defensores y propagandistas, aún se da el lujo de tener razones a su favor.
La Guerra sigue siendo aceptada como última "Retio Regis" como excepción o como remedio extremo, pero son escasos los que se atreven a negarle toda licitud.
De la guerra y los ejércitos participan voluntariamente millones de personas en el mundo. Hay sin embargo una minoría de hombres que no aceptan, por motivaciones de fuero interno, integrarse en el fenómeno cruel de la guerra; luego un buen número ha pagado encarcelamientos por su negativa a tomar las armas. Algunos incluso han rubricado su objeción con la muerte, " La paz solo se asegurará cuando el objetor de conciencia goce del mismo privilegio, que hoy cabe al héroe de guerra...", palabras textuales de John F. Kennedy.
7.1.- Epoca Convulsiva : La Revolución Comunera.
Remontándonos a la época convulsiva de l778, cuando por aquel entonces, el Señor Don Francisco Antonio Moreno y Escandón, siendo Consejero Particular del Rey, Fiscal del Crimen Orden de la Real Audiencia y Visitador oficial de las Provincias del Nuevo Reino de Granada, se apersonó en los territorios de Vélez y el Socorro, para realizar los vastos y minuciosos inventarios de los haberes del Rey en lo relacionado a los pobladores de la región, la distribución de la tierra, la creación de las haciendas parroquiales y la confirmación de las ya existentes y, facultado por sus cargos a determinar la traslación de algunos resguardos indígenas, que no cumplían con ciertos requisitos formales y legales preestablecidos, respecto al poblado y a los curas doctrineros, verdaderos amos de la época; retumbó en los oídos del pueblo raso el grito aguerrido de los Comuneros.
Cabe anotar aquí, que la piedra angular del alzamiento de los comuneros, se debió primordialmente a ciertas disposiciones arancelarias del Señor Moreno y Escandón, que ahondaron la crisis económica del sector agronómico regional y su efecto letal e inmediato entre las clases menos favorecidas.
También la vida holgada de la iglesia contribuyó al alzamiento armado, por cuanto los curas se alimentaban del tributo impuesto a todos los nativos, en la misma forma feudal que la corona y los españoles resolvieron sus crudos problemas financieros, a costa de la incruenta explotación del maltrecho americano.
El tributo que se pagaba a la Santa Iglesia revestía, aún hoy, de formas especiales y disimiles , como : El diezmo, la instrucción de las cofradías y la doctrina; pagaba más el indígena al cura que al Rey. Para el cura eran las primicias de la tierra, el diezmo de las cosechas y los ahorros a cuenta de las fiestas de la patrona; el trabajo gratuito de las mujeres en los grandes obrajes so pretexto de la doctrina...,cuando la paciencia del indígena se agotó, el levantamiento fue voraz y vertiginoso, no contra las personas, sino contra el sistema opresor que paulatinamente los aniquilaba.
Al igual que los curas muchos corregidores y encomenderos se sustentaban con la sangre de los criollos, insufribles bajo el látigo hostigador e inmisericorde del invasor español.
Siempre los segundones han sido más crueles que quienes ostentan el poder o están en la primera escala social; cabos y sargentos golpean con más rigor que el capitán; " Los Curacas " en quienes delegaban el cuidado y la custodia de los indígenas, el encomendero, eran más mezquinos y crueles. Las ordenanzas e instrucciones sobre el estanco de Tabaco y Aguardiente, la Alcabala y el gracioso donativo son temas menores, comparados con los vejámenes y la cruel violencia irracional manifiesta por los guardas o curacas.
Hacia l780 , ... " se agotan el sufrimiento y la paciencia, cruzánse miradas de comprensión los humillados. Salen a las oscuras callejas y conversan, conspiran. Los Indígenas con los mestizos, negros y esclavos sienten hervir la sangre, hasta que en el Socorro explota incontenible ese clamor popular, un día de mercado del mes de Marzo de 1781...
7.2.- Estalla La Revolución Comunera.
" A son de guerra repican las cajas, a son de guerra gritan las mujeres, los campesinos, los chiquillos; todos quieren presentarle combate al chapetón usurero, y nace como el ave fénix, el primer movimiento armado popular que se llamó de Los Comuneros ; aún cuando a ya se había presentado una escaramuza en la ciudad de Vélez, en cabeza del Alférez Real, el señor Alvaro Chacón ( de Luna Arroio ), prohombre Santanero, adoptado por la comunidad Veleña como el adalid de la libertad.
El Socorro centraliza todo el movimiento, la cordillera es nido de revoluciones locales, en San Gil, Mogotes, Chalará, Oiba, Pare, Chitaraque y por supuesto en nuestro Santa Ana, amen de otras ciudades y villas, ya fueran poblaciones grandes o chicas, van conformando un solo batallón, " a son de cajas se reúne el común en las plazas principales, y el común desconoce a todas las autoridades constituidas, nombra capitanes y se apresta a la campaña, banderas negras y rojas tremolan en los pueblos...", la batalla esta cercana.
Según el archivo se describe la situación así : ..." la ruda insurrección continuó sus desleales atentados por las calles...,a son de cajas con banderas rojas y negras, excitando a unos la desconfianza con el Rey..., en otros la contumacia a sus mandatos..., en estos la conspiración contra la Real Hacienda.., en los otros la destrucción del erario de su majestad y en todos la acción más tirana y más cruel contra el honor de Su Majestad, apedreando y espoliando sus reales armas de la antigua posesión de su lugar, arrojándolas a tierra, pisándolas con vil desprecio, haciéndolas menudos pedazos con las lanzas y sacrificándolas vergonzosamente a las llamas en hoguera pública..."
Al paso por Santa Ana de las tropas comuneras al mando del Capitán José Antonio Galán y de Juan Francisco Bérbeo, llueve a torrentes las piedras del camino brillan bajo los aguaceros diagonales, propios del sector furiosos, metálicos, es de acotar aquí, que en aquella época, los cambios climáticos estaban definidos por el ecosistema, pues en marzo y abril, el sector padecía de inclementes inviernos que generaban torrentes incontenibles de aguas lluvia ; pero con el paso apresurado y volcánico del movimiento comunero la atmósfera se calienta y el paisaje se hace más traslúcido, y por donde transita la tropa, el Viejo Camino de Vélez, se torna blancuzco, húmedo y el vapor helado del Río Suárez, les enreda las pestañas, les moja hasta los huesos y les entumece el alma, pero aún así el fervor y el clamor de libertad reconforta y ánima el espíritu indomable de los marchantes..."
7.3.- Los Comuneros de Santa Ana.
Al paso de las valerosas tropas comuneras, los Santaneros también colocan su gran cuota de valerosos hombres al servicio de la gesta irredenta, bajo el mando del Capitán Don Blas Antonio de Torres, quien comandó a más de un centenar de aguerridos paisanos durante este movimiento insurgente, como consta en el acta suscrita en la parroquia fechada el 22 de Octubre de l781, rubricada por el Alcalde Comisionado Don Vicente Francisco Calvo y Don Joseph Roque Calvo, Alcalde de Chitaraque, después de la marcha comunera.
"Don Joseph Roque Calvo de la Zerda y Múxica, Alcalde Ordinario de la Ciudad de Vélez y su jurisdicción, por su Majestad :
Hago saber a Don Vicente Francisco Calvo, vecino del Valle de Chitaraque y la parroquia de Santa Ana, que atento a no haberse recibido del alcalde que allí se eligió, de este presente año, que habiendo recibido una carta orden de los señores de la Real Audiencia de este Reino, con intensión de superior decreto, que dice así :
“ Habiendo llegado a este real acuerdo, las noticias de que las gentes comarcanas a la Villa de San Gil y del Socorro, intentaron nueva sublevación, y destrucción de las reales rentas, como antes lo ejecutaron (), a fin de que se contenga la sedición y se castiguen conforme a la Ley, evitando la unión de unos lugares con otros...() publicarán bando, para que se paren las multitudes alevosas apersiviéndoles, de que el que no ejecutare, será castigado como actor de sedición.. () hagan cerrar todas las taberna y tiendas de chichería, trucos y otras casas de juego..() procedan con la mayor prontitud a recoger a los vecinos honrados y fieles del lugar y sean acuartelados..() procedan a la prisión y captura de los seductores y motores del tumulto y el bullicio..() les formarán sumario y tomarán la confesión con toda la guardia y custodia..() serán remitidos a esta Real Cárcel de Corte..() publíquese este bando en la plaza pública para que llegue la noticia a todos y ninguno preste ignorancia..() igual se haga comparecer a los capitanes territoriales de ese distrito, nombrados en la sublevación ( Comunera ), a los que notificarán que bajo la pena de doscientos pesos oro, comparezcan a esta ciudad, trayendo los títulos y documentos que sobre el asunto tuvieran..() Ciudad de Vélez, Octubre 15 del año l781, Joseph Roque Calvo, ante mi Luis Quintero Príncipe, Notario.
Comuneros Parroquia Nuestra Señora Santa Ana.
A continuación se relacionan los nombres de los aguerridos Santaneros que participaron activamente en la gesta comunera al comando del Capitán Don Blas Antonio de Torres.
Tomados de los libros originales que reposan en el Archivo Nacional, Fondo Los Comuneros, Folios 199 - 200.
1- Don Joseph Cayetano Tello y García.
2- Don Isidro Tello y García.
3- Don Joseph Antonio Franco.
4- Don Manuel Franco.
5- Don Manuel Pinzón.
6- Don Pedro Cardozo.
7- Don Joseph de Herrera.
8- Don Antonio Xérez.
9- Don Alejo Rojas.
10 Don Antonio Camacho.
11 Don Salvador Hurtado.
12 Don Dionisio Herrera.
13 Don Ignacio Bernal.
14 Don Joseph Hurtado.
15 Don Eusebio Chacón
16 Don Cristoval Péres.
17 Don Thomás Duarte.
18- Xavier Cardoza.
19- Ignacio Abaúnza.
20- Pedro Manuel Murcia.
21- Francisco Xérez.
22- Manuel Riveros.
23- Carlos Riveros.
24- Juan Andrés de Vargas.
25- Antonio Joseph Cuebas.
26- Salvador Morales.
27- Ambrosio Guevara.
28- Pedro Rada.
29- Pedro Hernández.
30- Antonio Aldana.
31- Joseph Ximénez.
32- Athanasio Agudelo.
33- Xavier Suleta.
34- Gregorio Forero.
35- Cristoval Angulo.
36- Estebán Puerta.
37- Dionisio Herrera.
38- Francisco Tarazon.
39- Manuel Hernández.
40- Mathéo Hernández.
41- Mathéo Quiroga.
42- Pedro Berdugo.
44- Isidro de Bargas.
45- Blas Antonio de Torres.
Capitán de los Comuneros de Santa Ana.
46- Joseph Clemente Jiménez.
47- Fabían de Guebara.
48- Pedro Joseph Abila.
49- Joaquín Clabijo.
50- Francisco Pineda.
51- Salvador Suárez.
52- Juan Joseph Garzón.
53- Mathéo Hernández Peres.
54- Simón Tarazón.
55- Jorge Toledo.
56- Jorge Solorzano.
57- Cristóbal Camacho.
58- Domingo Garavito.
59- Damían Chacón.
60- Francisco Mosquera.
61- Pablo Sábala.
62- Juan Nieto.
63- Thomás Nieto.
64- Juan Andrés Xérez.
65- Sipriano Berdugo.
66- Manuel Abaúnza.
67- Pedro Robles.
68- Juan Agustín Garavito.
69- Gabriel Cuebas.
70- Salvador Xérez.
71- Xavier Parra.
72- Eusebio Ximénez.
73- Blas de Atuésta.
74- Juan Manuel López.
75- Antonio Nieto.
76- Juan de Dios Sánchez.
77- Manuel Mogollón.
78- Xavier Garavito.
79- Francisco Ximénez.
80- Manuel Ximénez.
81- Horacio Fino.
82- Francisco Blas de Herrera.
83- Joseph Seledonio Herrera.
84- Juan Antonio Morales.
85- Salvador Morales.
86- Miguel Arandía.
87- Salvador Fierro.
88- Joachín Naranjo.
89- Blas Pinzón.
90- Joachín Ruíz.
91- Salvador Ruíz.
92- Juan Agustín Forero.
93- Julían Avila.
94- Juan Joseph Sifuentes.
Después de la gesta comunera con su capitulación efectuada en Zipaquirá, acción realizada por los Capitanes Generales del movimiento y ante el desmembramiento de su fuerza, los principales comandantes fueron perseguidos con saña, hasta ser capturados y sentenciados por la Real Audiencia.
Los principales líderes de este movimiento fueron José Antonio Galán de Charalá, Lorenzo Alcantuz de Sogamoso, Isidro Molina de Curití, Manuel Ortíz del Socorro, José y Tomás Velandía de Mogotes, José Joaquín Casas de Charalá, Bartolome Prada de Oiba, Pedro José Martínez (), Fulgencio Vargas ()..., y Blas Antonio de Torres de Santa Ana.
"...Es inútil cuanto diga en favor de Galán y sus compañeros, el defensor del pueblo en la Audiencia Pública, es inútil que el Virrey Florez expida un indulto desde Cartagena; es inútil que el Rey expida uno más. Hay que castigar la osadía del pueblo oprimido. La sentencia acusatoria se dictará bajo la infame advocación de " estupidez y falta de religión de los reos..", según de Germán Arciniegas en su libro " Los Comuneros ".
He aquí el texto completo de la sentencia aplicada a Antonio Galán, y a todos los demás Comuneros, entre ellos el Capitán Santanero Don Blas Antonio de Torres.
( Sic ).. " Condenamos a José Antonio Galán a que sea sacado de la cárcel, arrastrado y llevado al lugar del suplicio, donde sea puesto en la horca hasta que naturalmente muera, que bajado se le corte la cabeza, se divida su cuerpo en cuatro partes, y pasado el resto por las llamas... ( para lo cual se encenderá una gran hoguera, delante del patíbulo )... su cabeza será conducida a Guadúas, teatro de sus escandalosos insultos; la mano derecha puesta en la plaza del Socorro; la izquierda en la Villa de San Gil; el pie derecho en Chalará, lugar de su nacimiento; y el pie izquierdo en Mogotes; declarada por infame su descendencia, ocupados todos sus bienes y aplicados al Real Fisco; asolada su casa y sembrada de sal, para que de tal manera se de al olvido infame nombre, y acabe con tal vil persona, tan detestable memoria, sin que quede otra que la del odio y espanto que inspira la falsedad de su delito..."
Con toda puntualidad se cumplió la sentencia de Galán y sus amigos Isidro Molina, Lorenzo Alcantúz y Manuel Ortíz, quienes fueron sacados, arrastrados y ahorcados en el patíbulo que adornaba la plaza de armas.
Atendida la rusticidad, ignorancia y escasa instrucción de Hipólito Galán, Hilarío Galán, José Velandia, Francisco Peñuela, Agustín Plata..., Antonio Pabón, Antonio Díaz, Baltazar de los Reyes,....y, entre ellos también, Blas Antonio de Torres, Capitán de los insurrectos Santaneros, " los condenamos a que sean conducidos por las calles públicas acostumbradas, sufriendo la pena de doscientos latigazos, pasados por la horca con un dogal al cuello y asistan a la ejecución del último suplicio a que quedan condenados sus Capitanes Generales y cabezas del levantamiento ; que les sean confiscados todos sus bienes y conducidos a los presidios del Africa por toda su vida natural, proscritos para siempre de estos reinos, remitiéndose hasta nueva orden a uno de los castillos de Cartagena..."
Así nuestro caudillo comunero Don Blas Antonio de Torres, fue torturado y sometidos a los más cruentos vejámenes ordenados por la Real Audiencia en contra de los sublevados. La sentencia fue ejecutada. Fueron conducidos con otros 70 compañeros hacia Cartagena por el Viejo camino de Vélez, custodiados por 30 alabarderos y 20 granaderos, los cuales hostigaron y azotaron sin clemencia las espaldas de las insurgentes, durante todo el recorrido.
Llegados a las mazmorras del Castillo de Cartagena, fueron sometidos a inclementes trabajos forzados durante muchos meses, hasta que fueron embarcados hacia los presidios del Africa, donde nuestro gallardo y aguerrido Santanero sucumbió a su angustiosa penuria.
Blas Antonio de Torres contribuyó con su gesto irredento a el forjamiento de los nuevos movimientos que se originaron en nuestro territorio y que a la postre culminaron con la tan anhelada libertad del yugo español, aquel 7 de Agosto de l8l9, cuando se verificó la gloriosa Batalla del Puente de Boyacá.